Después del “desarrollo”: “el buen vivir” y las
perspectivas feministas para otro modelo en América Latina.
ANTECEDENTES
Puede decirse que el ‘buen vivir’ aparece como posible paradigma
alternativo con el nuevo siglo, cuando la proliferación de ‘post’ es el indicio
más contundente de crisis y agotamiento, pero sin llegar a articular una salida
o respuesta: desde el post-neoliberalismo y post-desarrollo, hasta la
post-ciencia y post-universidad.
El ‘buen vivir’ en su formulación básica pone el acento en la
relación armónica e integral entre los seres humanos y la naturaleza. Resulta
convergente y se nutre de análisis y propuestas avanzadas ya desde hace décadas
por la economía feminista y la ecologista, que han cuestionado las nociones de
economía y riqueza en sus formas predominantes clásica y neoclásica, y que
postulan la sostenibilidad ambiental y humana como centrales e indisociables.
En la última década del siglo XX, la perspectiva del desarrollo
humano significó un importante desplazamiento al situar a las personas, a las
capacidades, oportunidades y libertades humanas por encima o a la par del ingreso,
el consumo, el crecimiento, la acumulación. Fue un enfoque de indudable
utilidad para reubicar la reproducción, el cuidado, los trabajos de las
mujeres, la redistribución. En su traslado hacia políticas públicas, sin embargo,
se ha ido tornado funcional al desarrollo capitalista, compensador y hasta
complementario en ‘lo social’ de sus derroteros económicos.
DESARROLLO
En la América Latina de inicios del siglo XXI, se extiende la
búsqueda de visiones y políticas públicas alternativas para salir del
neoliberalismo, impulsada desde gobiernos y dinámicas sociales que resisten a
ese modelo y elaboran propuestas y demandas de transformaciones de fondo.
El feminismo, como perspectiva teórica y política, hace parte de
estos hechos, se ha resignificado al tiempo que ha alimentado los procesos de crítica
al modelo neoliberal, enfatizando especialmente en el sentido e implicaciones
de mercantilización de la vida que caracteriza esta fase de un orden económico
basado en la acumulación. Igualmente, adquiere relevancia desde sus propuestas
para reorientar los objetivos y estrategias de la economía hacia el cuidado de
la vida en todas sus formas, hacia la sostenibilidad humana y ambiental.
La perspectiva del ‘buen vivir’ lleva a borrar o diluir los
límites entre ámbitos acordados convencionalmente con distintos, como
separados: la sociedad, la economía, la cultura. Por tanto, invita a reubicar a
la economía como parte de un sistema único en el que es inseparable de la
sociedad, de la cultura, y de la naturaleza misma, no como un campo escindido,
separado, con una lógica diferente, ajena al cuidado de la vida. A su vez,
desde el reconocimiento de la diversidad, lleva a valorar la dimensión
económica de actores y dinámicas vistas sólo como sociales.
Para promover cambios es preciso aterrizar en la realidad. La
Constitución nombra, visibiliza, reconoce y compromete apoyo para una realidad económica
caracterizada por la diversidad de protagonistas, de formas de trabajo y
propiedad, de lógicas de producción y reproducción. Asume una perspectiva de
democratización y justicia económicas, en la cual la recuperación de lo público
(estatal y no estatal) constituye un requisito, pues es necesario superar
desigualdades y desequilibrios que se gestan y arraigan bajo el predominio del
mercado y el interés privado.
CONCLUSION
Por
tanto se debe profundizar tanto las dinámicas y procesos de
reproducción de las estructuras de desigualdad social como los diversos canales
de movilidad social de individuos, familias y grupos sociales.
El objetivo de todo ser humano debe ser entender las
posibilidades de incremento de la calidad del empleo y mejoras sostenibles de
sus vidas y de sus hijos e hijas (movilidad social ascendente) desde las
condiciones específicas en que se encuentran y desde sus propias aspiraciones y
expectativas.
Esta mirada hacia la diversidad socio-ocupacional nos lleva a
reflexionar sobre los desafíos de la construcción de un nuevo modelo de
bienestar social que no desiguale al recargar la protección social sobre
esferas como la familia, la comunidad y el mercado y, sobre algunos grupos
sociales como las mujeres. Proceso que implica su estrecha coordinación con la construcción
de un nuevo modelo de desarrollo económico que articule crecimiento sostenible
de la riqueza, distribución equitativa de recursos y oportunidades y respeto
por la diversidad cultural.
BIBLIOGRAFIA
Abramo, Laís (ed.) 2006 “Trabajo decente y equidad de género en América
Latina”. OIT,
Geneve. P. 23
Genero y desafíos post neoliberales, umbrales n°18 revista del
postgrado en ciencias del desarrollo, Noviembre 2008, Pg 16.
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